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Categoría: Reseñas

Destripando a “Frankenstein o el moderno Prometeo”

Destripando a “Frankenstein o el moderno Prometeo”
Destripando a “Frankenstein o el moderno Prometeo”

Destripando a “Frankenstein o el moderno Prometeo” es la tarea que esta semana me he propuesto. Para ello, he elaborado un nuevo video en al canal de youtube y este artículo, que va directo, como siempre, a la Videoteca..

¡Quién no conoce esta inolvidable novela y a su personaje, hechos de retales de muertos, que lleva más de dos siglos cautivando nuestra imaginación! Pero ¿sabéis cómo su autora Mary Shelley fue capaz de concebir una obra tan rompedora para su época?

Para entenderlo, es imprescindible conocer a su autora Mary Wollstonecraft Godwin, conocida por su nombre de casada Mary Shelley. Nació el 1 de febrero de 1797. Su padre, William Godwin, fue un importante filósofo y político, defensor del pensamiento anarquista. Su madre, Mary Wollstonecraft, fue una destacada escritora y filósofa independiente e icono del feminismo, algo bastante inusual en la época.

En 1814, Mary inició una relación romántica con Percy Bysshe Shelley, escritor y seguidor político de su padre, que en aquel momento estaba casado. No hace falta decir que aquello no fue del agrado de su familia, por lo que terminó huyendo a Francia con Percy y su hermanastra Claire Clairmont. Poco tiempo después, quedó embarazada, pero perdió a su hija debido a un nacimiento prematuro, lo que supuso un duro trauma para la pareja. En 1816, la muerte de la primera mujer de Percy Shelley, permitió a la pareja casarse por fin regularizando de cara a la sociedad su situación sentimental.

Es en esta época cuando Mary concebiría su obra magna, pero para comprenderlo debemos retroceder a 1816. Aquel año fue conocido como el año sin verano, debido a la terrible erupción volcánica del Tambora en Indonesia. Aquello produjo un largo y frío invierno volcánico que alcanzó toda Europa.

El verano de aquel año que fue de todo menos caluroso, una jovencísima Mary Shelley, de apenas 19 años, junto a su marido Percy Bysshe Shelley, fueron invitado por su amigo George Gordon Byron, más conocido como Lord Byron, a la Villa Didati, Suiza. En aquella época el afamado poeta inglés mantenía una relación sentimental con Claire Clairmont, la hermanastra de Mary. En aquella villa coincidieron con el médico personal de Byron y también escritor, John Polidori.

Tras dedicarse a leer una antología alemana de historias de fantasmas, Byron propuso un reto, que todos escribiesen una historia de terror. El resultado de aquel antiguo «challenge» fue desigual: Lord Byron escribió un relato corto basado en las leyendas de vampiros que había oído en sus viajes por los Balcanes; John Polidori fue capaz de escribir su novela El vampiro que vería la luz en 1819; y Mary Shelly concibió la historia, ayudada por pesadillas, de lo que sería su celebrada obra: Frankenstein o el moderno Prometeo.

Si tenemos en cuenta que Braam Stoker basaría su “Drácula” en gran parte en la obra de Polidori, resulta increíble pensar que aquella reunión en Suiza dio a luz a dos de los personajes más importantes de la literatura de terror de todos los tiempos.

Profundizando en cómo Mary Shelley fue capaz de concebir su historia, a pesar de la mitología popular, no fue el mero resultado de una imaginación desbordada y algunos sueños afortunados. Lo cierto es que, aunque el germen de la historia pudiese ser efectivamente una pesadilla, detrás de la obra se esconde una gran labor de documentación y varias influencias claramente identificables:

  1. Andrew Crosse.

Este extravagante científico trabajaba con cadáveres y electricidad. En 1807 afirmó que en uno de sus experimentos con “electro cristalización” había logrado crear vida. Concretamente, dijo crear «el insecto perfecto, de pie sobre unas pocas cerdas que formaban su cola». En realidad, se trataba posiblemente de un tipo de ácaro resultado de la contaminación de sus muestras. Sea como fuere, Mary Shelley había asistido en 1814 a una conferencia del entonces famoso científico, quedándose impresionada con sus afirmaciones de la creación de vida a partir de la electricidad. La historia de Crosse no fue muy afortunada, llegó a ser considerado un endemoniado, siendo sus posesiones y propiedades exorcizadas.  Aun así, continuó investigando hasta su muerte el 26 de mayo de 1855.

2. El galvanismo de Luigi Galvani y los experimentos de Erasmus Darwin y Giovani Aldini.

Luigi Galvani demostró que con pequeñas descargas era capaz de animar miembros de ranas que se contraían por el efecto de la electricidad. De estos experimentos dedujo que la electricidad era la que sustentaba la vida de los seres vivientes, siendo producida en el cerebro y enviada por los nervios a los músculos. A esta teoría se la denominó Galvanismo y es protagonista en gran medida de la obra de Frankenstein.

Erasmus Darwin, realizó importantes experimentos en galvanismo, pero el que más impacto tuvo en la sociedad de la época, fue el del físico italiano Giovanni Aldini, sobrino de Galvani. El principal experimento de Aldini fue cuando utilizó la electricidad para intentar reanimar a un condenado a la horca, el inglés George Forster. El resultado fue un grotesco espectáculo en el cual, al poner varillas conectadas a una batería, en ciertas partes del cuerpo de Forster, éste presentaba reacciones involuntarias como movimientos en la mandíbula o hasta movimientos de las extremidades con cierta fuerza, que hacían parecer que el muerto en algún momento había vuelto a la vida.

Mary Shelley debió asistir a alguna de aquellas impresionantes demostraciones tan famosas en su época. Pudiendo así quedar tan impresionada, por aquella extravagante teoría del Galvanismo, que terminó convirtiéndose en el motor que animaría su Frankenstein.

3. Johan Konrad Dippel.

Este teólogo, filósofo y alquimista, nacido el 10 de agosto de 1673, vivió en el Castillo de Frankenstein (aunque os parezca extraño un castillo con este nombre existe y está en Alemania desde 1252). Sólo por esto, su influencia sobre la novela de Mary Shelley parece clara, pero es que no sólo en la coincidencia del nombre de su lugar de nacimiento coincide Dippel con la historia narrada por la escritora.

Dippel practicó alquimia y, afirmó haber descubierto un aceite que tenía la clave para vivir 137 años. Durante su estancia en el famoso castillo, se rumoreaba que practicaba extraños experimentos con cadáveres, entre los que se decía que intentaba transferir un alma de un cuerpo a otro. A tal punto llegó la preocupación con sus actividades, que terminó por ser expulsado por los vecinos de la ciudad. Otro punto que juega a su favor, como fuente de inspiración para la novela de Shelley, es que Dippel afirmaba haber logrado descubrir, durante sus experimentos alquímicos, “el principio vital”. Una fórmula que permitía crear vida desde la materia inanimada.

Con todas estas influencias, las propias experiencias traumáticas personales y una buena labor de documentación, no es difícil imaginar como Mary Shelley fue capaz de vestir su idea primigenia hasta crear su inolvidable novela. A este pastel hay que unir la guinda de su crianza liberal, con principios anarquistas y feministas que también son reflejados en su obra de maneras sutiles. El resultado fue una obra que ha quedado como un clásico de todos los tiempos.

Existen curiosamente tres versiones del Frankenstein de Mary Shelley: Una primera versión obra íntegramente de la escritora publicada 1817; una segunda versión de 1818 corregida con la ayuda de su marido Percy Bysshe Shelley y una última versión completamente reescrita con la colaboración, una vez más de Percy, publicada en 1831.

La vida de Mary no fue ni mucho menos fácil tras la publicación de su obra. En 1818, los Shelley se mudaron a Italia, donde su segundo y su tercer hijo murieron. Afortunadamente, Mary tuvo posteriormente un último hijo, el único que sobrevivió, Percy Florence. Sin embargo, la desgracia volvió a golpearla en 1822, cuando su esposo Percy se ahogó tras hundirse su velero. Un año después, Mary Shelley regresó a Inglaterra. A partir de aquel momento se dedicó en exclusiva a la educación de su hijo y a su labor como escritora. Mary Shelley nunca se volvió casar, aunque no le faltaron pretendientes, muriendo a la edad de 53 años, el 1 de febrero de 1851, probablemente debido a un tumor cerebral.

Con esto terminamos el repaso a esta inolvidable obra, que nos sirve como un excelente ejemplo de aquellos consejos que os ofrecía en el vídeo artículo de cómo concebir una idea para escribir un libro.

Destripando a Frankenstein: Descubre como Mary Shelley concibió su novela.
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Los campos de concentración de Franco

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«Los campos de concentración de Franco» es el título de la última obra de Carlos Hernández de Miguel. Una obra que realiza una investigación exhaustiva de la represión franquista en una de sus peores expresiones; los campos de concentración.

En momentos en que el relativismo histórico intentar reescribir el pasado, de la mano de nostálgicos del régimen, obras como ésta nos devuelven a la realidad del horror vivido en nuestro país. Carlos Hernández, periodista y escritor habitual de diarios digitales como la revista Viajar y Eldiario.es, construye una obra fundamental e imprescindible para cualquier interesado en la historia de España.

En mi novela Sabor a tierra” intenté apuntar sobre el terrible problema de las fosas comunes de nuestro país y pude comprobar como, lamentablemente, muchos españoles desconocían la dimensión real de la tragedia. Carlos Hernández logra en su obra ponernos ante el espejo del verdadero holocausto vivido en nuestro país. Escarbando en archivos municipales y militares, el autor logra acreditar 296 campos de concentración por donde pasaron entre 700.000 y un millón de españoles, que fueron torturados y sometidos a las peores condiciones inimaginables.

Trabajos forzosos, esclavitud, enfermedades y desnutrición provocaron un número de muertos casi imposible de calcular.

Estos campos de concentración (uno de los cuales como os comenté en un pasado artículo estuvo situado en el actual Campo del Rayo Vallecano), se prolongaron en algunos casos hasta el año 1966, como fue el caso de la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía (Fuerteventura), en la que se encarcelaba y «reeducaba» a homosexuales.

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Lamentablemente, vivimos un momento en que el auge de partidos de extrema derecha, está recuperando la España negra, aupados en la ignorancia y la desesperación ante una sociedad cada vez más injusta e insolidaria. Esto está propiciando un auténtico intento de reescribir la historia, volviendo a blanquear y edulcorar la dictadura fascista de Franco que nuestro país sufrió durante 40 años.

Es, por eso, más importante que nunca no dejar que la verdad sea enterrada por la desinformación. Ahí es precisamente donde una obra como “Los campos de concentración de Franco” se convierte en una propuesta brillante y absolutamente clave.

No podemos dejar que nuestra historia sea olvidada porque, simple y llanamente, no podemos permitirnos que vuelva a ser repetida.

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Siddhartha de Hermann Hesse

Hoy quiero recomendaros una novela, desde mi punto de vista, imprescindible: Siddhartha del premio Nobel de literatura de 1946, el escritor alemán Hermann Hesse. Una de esas obras capaces de trascender la tinta y el papel para convertirse en un auténtico fenómeno social.

Siddhartha fue escrita por Hesser en 1922 tras la primera guerra mundial. La historia relata la vida de un hombre hindú llamado Siddhartha, que dedica su vida a la búsqueda de la elevación espiritual.

Hesse no escogió el nombre de su personaje principal al azar. «Siddhartha» significa «aquel que alcanzó sus objetivos» o «todo deseo ha sido satisfecho». Y es precisamente esa búsqueda de la satisfacción de todos los deseos, lo que Hesse relata en su obra con un estilo claro, fácil de leer pero a la vez sensual y metafórico.

Siddhartha es en realidad la narración de un viaje que transcurre en dos planos de forma simultánea; el plano físico, con el recorrido vital de Siddhartha por incontables vivencias personales, y el plano espiritual, en el que Siddhartha va sufriendo una evolución emocional y espiritual. En definitiva, un auténtico recorrido por las esencias del espíritu humano, pletórico de elementos épicos, emotivos y trascendentes.

Siddhartha pasó casi desapercibida tras su publicación. Fue en los años 60, tras ser redescubierta por la juventud contestataria que surgía en el mundo, cuando se convertiría en todo un icono de la cultura popular. La obra supuso el descubrimiento de las religiones y cultura orientales para los jóvenes occidentales, influyendo decisivamente en el movimiento hippie o la posterior sicodelia de los años 70.

Sin embargo, a pesar de su enfoque orientalista, Siddhartha no debe encuadrarse en una ideología o un pensamiento religioso concreto. El mensaje que subyace en la novela es precisamente que no existe un solo camino a la verdad, ni tampoco una sola verdad. Cada persona debe buscar su propio camino y su propia verdad.

Por último os quiero dejar con las palabras del propio Herman Hesse, autor conflictivo donde los haya, donde definía así sus propias creencias:

Herman Hesse autor de Shiddartha

“No creo en nuestra ciencia, ni en nuestra política, ni en nuestra manera de pensar, y no comparto ni uno solo de los ideales de nuestro tiempo. Pero no carezco de fe. Creo en las leyes milenarias de la humanidad, y creo que sobrevivirán a toda la confusión de nuestra época actual… Creo que, pese a su aparente absurdo, la vida tiene un sentido”

Hermann Hesse

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