Relatos ilustrados: «La bella durmiente». Hoy os traigo, a la sección de videoteca y al canal de Youtube, una versión muy libre de uno de los cuentos clásicos más conocidos del mundo: «La bella durmiente».
De la historia original, puedo contaros que se trata de un cuento de hadas transmitido por tradición oral desde hace generaciones. Aunque ha sido recogido innumerables veces en distintas obras literarias, la versión más popular es probablemente «La bella del bosque durmiente«, del francésCharles Perrault («Los cuentos de Mamá Oca«, 1697).Walt Disney se basó en esta versión, añadiendo elementos habituales en los hermanos Grimm, para realizar la famosa adaptación a dibujos animados que todos hemos visto de pequeños.
En la versión que yo he realizado, y que está recogida en mi obra«El libro de los reflejos», se ofrece una explicación mas oscura y tenebrosa a la habitual (aunque no lo creáis los cuentos clásicos de los hermanos Grimm, guardan realmente un lado oscuro, que merece que un día recuperemos en un artículo más extenso). Eso sí, tendréis que esperar hasta el final del relato para comprender realmente lo que está pasando.
Como siempre, en esta sección, realizo una ilustración digital simultáneamente al relato, en la que intento captar el ambiente de la historia. Esta realizada en Adobe Photoshop y con una tableta Huion.
No dudéis en dejarme vuestros comentarios y preguntarme todo lo que queráis, ya sea del relato, de la ilustración, o de todo aquello que os apetezca. Y no dudéis en sugerirme nuevas historias o autores que queráis ver por estos lares.
Os dejo ya sin más dilación con mi tenebrosa versión de «La bella durmiente«.
Relatos ilustrados: «María sin nombre», es el nuevo vídeo artículo que os traigo a la sección de videoteca y al canal de Youtube, en el que recupero un relato de«El libro de los reflejos», leyéndolo y realizando una ilustración simultáneamente.
El relato trata temas complicados como la depresión, el maltrato y, muy especialmente, la discriminación, personalizándola en una niña con «Síndrome de Down». Mi intención es estimular una reflexión sobre estos temas en un momento en el que la solidaridad, el respeto o la igualdad no están especialmente de moda.
En cuanto a la ilustración, la he realizado enteramente en una «tableta Huion» y con el programa «Photoshop». He utilizado una técnica ligeramente distinta a la del último relato ilustrado «El lobo», para conseguir un acabado de una factura distinta.
Como comento en el vídeo, espero vuestras opiniones y comentarios. Especialmente, os animo a que me digáis qué otros relatos y qué autores os gustaría ver en esta sección. Eso sí, recordad que los relatos deben ser de corta duración (aunque podría abordarse una lectura más larga en episodios) y de Dominio Público.
Por último, antes de dejaros ya con el vídeo, os recuerdo que el texto íntegro del relato lo podéis encontrar en este post y también, por supuesto en «El libro de los reflejos».
Relatos ilustrados: «El lobo» comienza hoy como una nueva sección de la videoteca, en la que iré recogiendo videos en los que os leeré algunos de mis relatos, realizando simultáneamente una ilustración «ad hoc».
En esta ocasión comienzo con «El lobo» un relato corto que espero que os guste, recogido en «El libro de los reflejos», que podéis encontrar en Amazon y del que os hablaba en un post anterior.
Para los que os guste la ilustración y tengáis curiosidad, os comento que el programa que he utilizado es Photoshop, además de una tableta de HUION (con la que aún estoy familiarizándome). El tiempo de realización real ha sido de unas 6 horas, que veréis comprimidas en poco más de diez minutos.
Aún soy muy novato en esto de grabar vídeos, así que disculpad los errores que pueda cometer en estos «Relatos ilustrados». En el fondo estoy aprendiendo con vosotros a la vez que me veis y leéis.
Por último quiero aprovechar para comentaros que esta semana Amazon ofrecerá gratis de forma intermitente mi novela «Sabor a tierra». Así que si os gustan las novelas de misterio con un toque de terror, estad atentos para no perderos la promoción.
Como siempre, os dejo con el vídeo y espero vuestros comentarios. Ya me diréis si os gustan estos contenidos o si queréis ver algunos otros temas tanto en el canal de Youtubecomo en este blog.
Hoy os traigo uno de mis relatos cortos aparecido originalmente en mi obra «Historias en el Límite I». Espero que os haga pasar un rato entretenido y lleno de misterio.
Lo que a continuación voy a relatar es uno de los casos más perturbadores a los que he tenido la desgracia de enfrentarme en mi carrera policial. Se trata de una reconstrucción realizada a partir del material informático encontrado en el lugar de los hechos. La naturaleza de los sucesos narrados es tan extraña que me atrevo a recomendar al lector que, si tiene aprecio a su propia cordura, lo considere una mera ficción surgida de mi imaginación.
John Voight llevaba más de una hora enfrascado en uno de los múltiples chats que visitaba frecuentemente. A pesar de haber conseguido entablar conversación con algunas candidatas prometedoras, ninguna había captado su interés lo suficiente. Aunque su hambre era voraz y había pasado ya demasiado tiempo desde que lo saciase por última vez, decidió abandonar la búsqueda.
Estaba a punto de apagar el ordenador, cuando una ventana se abrió en el escritorio; era una solicitud de conversación privada. A pesar de que el mensaje era corto y sencillo, le provocó un escalofrío de inmediato.
God> Hola John.
Quién estuviese al otro lado de la línea, conocía su nombre real, a pesar de que estaba seguro de haber cubierto sus huellas de forma absolutamente perfecta. Pensó en apagar el equipo e ignorar el mensaje, pero luego se dijo a si mismo que era mejor intentar averiguar quién se escondía tras aquel prepotente apodo.
RedRoom> Te equivocas, no me llamo John, ¿quién eres tú?
God> Dios.
RedRoom> ¿Estás diciendo que eres Dios?
God> ¿No crees que lo sea?
RedRoom> Ni por un momento.
God> ¿Y cómo puedo saber quién eres, John?
RedRoom> No sé por qué piensas que me llamo así, pero te repito que te equivocas.
God> El único que se equivoca eres tú, John. Soy Dios y lo sé todo sobre ti.
Voight sintió como las manos le comenzaban a sudar, mientras miraba con incredulidad la pantalla. Volvió a pensar en apagar el equipo, pero luego tecleó, furioso, una nueva respuesta.
RedRoom> ¡No sabes nada de mí!
God> Sé la angustia que sentías cuando tu padre te castigaba. Sé cómo te encerraba en el sótano maloliente de tu casa en Brooklyn, rodeado de ratas y cucarachas, y cómo tu angustia y dolor se transformaba en rabia y amargura. Sé como pagabas tu odio con los pequeños roedores, que aprendiste a coger con tus manos y estrangular lentamente, y sé cómo, sentir su frágil vida escaparse entre tus dedos, te causaba un gran alivio y placer.
Voight retrocedió asustado en su silla. Intentó aclarar su mente y comprender cómo alguien podía conocer detalles tan íntimos de su vida. Una idea empezó a abrirse camino en su mente: tenía que tratarse de la policía. Seguramente al final habían descubierto su identidad y se habían infiltrado en los chats para buscarle. Probablemente sólo sospechaban e intentaban que él mismo se traicionase, utilizando datos biográficos deducidos a partir de su historial. Pero no lo iban a conseguir. Él siempre había ido un paso por delante de ellos y seguiría haciéndolo porque era más listo e inteligente de lo que ningún policía llegaría a ser jamás. Si querían jugar al gato y al ratón, jugaría…
RedRoom> Una historia interesante pero no tiene nada que ver conmigo. Para ser Dios estás muy confundido; te aseguro que tuve una infancia muy feliz.
God> ¿Feliz? ¿Eras feliz, John, cuando tu madre murió con el cuello cortado por tu padre medio borracho? Sólo tenías ocho años y viste como su sangre salía a borbotones mientras sus ojos perdían su luz hasta fundirse en la negrura. Ella fue la primera mujer que viste morir… ¡Y te gustó!
RedRoom> Creo que el que disfruta eres tú diciendo estas barbaridades. Algo paradójico para alguien que dice ser Dios ¿no?
God> Sé que piensas que soy un policía, John, pero no intento meterte en la cárcel. Lo único que pretendo es demostrarte la verdad de mis palabras. Dime, ¿podría un policía saber lo que guardas en la nevera escondida de tu sótano?
Voight se estremeció, levantándose de su silla con frustración. Era imposible que lo supiera, ningún policía podía saber algo así ni deducirlo de un simple expediente. Empezó a andar nervioso de un lado a otro de la pequeña habitación, incapaz de decidir qué hacer. En un arranque de desesperación tiró del cable de alimentación del ordenador desconectándolo. El monitor se apagó con un chasquido pero, sólo unos pocos segundos después, volvió a encenderse mostrando en la pantalla una nueva frase.
God> Huir no es una opción, John. No puedes huir de Dios. Vuelve a sentarte y deja que te explique lo que quiero de ti.
Voight no podía dar crédito a lo que estaba pasando. Su ordenador estaba funcionando a pesar de estar desenchufado y aquel demonio parecía saberlo todo sobre él e incluso parecía leer sus pensamientos. La única explicación es que alguien que se había infiltrado en su casa descubriéndolo todo. Seguramente había manipulado su instalación e incluso le había colocado dispositivos espía por todo el piso; por eso conocía sus movimientos y reacciones. Pero no podía ser un policía porque, si fuese así, ya estaría en la cárcel esperando una sentencia de muerte. Puede que intentase hacerle algún tipo de chantaje.
RedRoom> ¿Qué quieres de mi exactamente?
God> Lo que quiero es ofrecerte mi perdón, John, y lo único que te pido a cambio es que me expliques por qué lo has hecho, sólo eso.
Voight deslizó el ratón con cuidado por la pantalla hasta encontrar un programa rastreador, capaz de devolverle en unos segundos la dirección IP y la localización geográfica de su interlocutor con gran precisión.
RedRoom> Si quieres saber el por qué, te lo diré. Lo hice porque era la mejor manera de demostrarle al mundo mi valía y mi superioridad. Cometí las peores atrocidades que fui capaz de imaginar porque quería comprobar si el mundo sería capaz de descubrirme y, … ¿sabes qué? No lo fue. Ni siquiera cuando empecé a mandar mensajes y a dejar algunas pistas, los mejores sabuesos del cuerpo de policía fueron capaces de encontrarme. Y eso es porque soy mucho más inteligente y tengo la fuerza y capacidad que ellos no tendrán nunca.
En la pantalla, el programa rastreador se obstinaba en devolver una y otra vez el mismo mensaje: Reintentando…
God> ¿Qué sentías al hacerlo, John?
RedRoom> Poder y control. Ver, como sus ojos reflejaban un miedo atroz ante mi mera visión, mientras las tenía encerradas, y cómo suplicaban mi perdón, como lo hubiesen hecho ante la cólera del mismo demonio, me proporcionaba el mayor placer que puedas imaginar. Soy peor que el propio Satanás, controlé su vida y administré su muerte y nadie pudo impedírmelo. Dime, tú, que dices ser Dios, ¿me darás ahora tu perdón?
God> ¡Claro! Es más, te daré tu recompensa porque tenías razón.
Voight miró con perplejidad el monitor. El rastreador seguía sin devolver ningún dato útil.
RedRoom> ¡Razón!… ¿En qué?
God> En que no soy Dios.
Un calor insoportable empezó a invadir el cuerpo de Voight, comenzando en medio del tórax y extendiéndose rápidamente al resto de su cuerpo. Chilló con fuerza y desesperación, mientras sentía su cuerpo consumirse por las llamas. En su agonía pudo distinguir una risa lejana y una última frase llegó a su mente “No me gusta que se comparen conmigo”.
John Voight fue conocido en los medios como “El Degollador”. Durante un periplo de diez años se especializó en secuestrar, violar, torturar y degollar, finalmente, a más de veinte mujeres, entre los dieciséis y los treinta y dos años de edad. Solía captar a sus víctimas mediante Internet para luego ganarse su confianza y secuestrarlas. Fue encontrado muerto, víctima de un incendio, del que no trascendieron detalles a la opinión pública.
Lo que no se contó es que Voight apareció consumido completamente por las llamas, de tal forma que sólo su dentadura y sus pies permanecieron intactos. El resto del cuerpo se carbonizó en su totalidad, sin que, paradójicamente, nada del mobiliario sufriese daño alguno. Ni siquiera la silla en la que se encontraba sentado mostraba rastros de quemaduras, tan sólo se encontró el montón de cenizas en que el cuerpo se había convertido.
En un frigorífico oculto en el sótano se encontró una macabra colección de globos oculares perfectamente conservados, que había extraído cuidadosamente a sus víctimas. Sin embargo, lo más asombroso fue que, la primera persona en encontrar el cuerpo, un vecino que acudió alentado por los gritos, aseguró que el monitor del ordenador aún permanecía encendido cuando llegó, a pesar de que el cable de alimentación se encontraba desconectado. Además, dijo recordar perfectamente que en la pantalla se mostraba el siguiente mensaje:
Hoy celebramos, el Día del Libro 2020, aunque lamentablemente en confinamiento. De entrada, pueda pensarse que éstas no son las condiciones ideales, lo cierto es que la literatura es una puerta abierta a otros mundos.
¿Puede haber una manera mejor de olvidar, nuestro circunstancial encierro en casa, que leer un buen libro?
El Día del Libro se celebra desde 1988, en que fue promovido por la UNESCO. Se escogió el 23 de abril porque coincide que este día murieron, algunos de los escritores más importantes de todos los tiempos como: Miguel de Cervantes, William Shakespeare, Inca Garcilaso de la Vega, William Wordsworth o Josep Pla. Y nacieron otros grandes autores como Manuel Mejía Vallejo o Maurice Druon, entre otros.
En España se empezó a celebrar en 1926 gracias a un Real Decreto dictado por Alfonso XII, que establecía oficialmente la «Fiesta del Libro Español».
Personalmente lo celebraré como siempre leyendo y escribiendo, como no puede ser de otra manera. Y como regalo os dejo un pequeño relato, que escribí hace ya un tiempo, adaptado para la ocasión:
Un tuerto y un cojo se encuentran en una librería de viejo de un lugar indeterminado de Madrid. El frio arrecia en el exterior y el olor a polvo añejo y papel gastado inunda las innumerables estanterías del solitario establecimiento, mientras un cansino villancico entona repetitivamente su tintineante melodía.
EL TUERTO Y EL COJO, EL DIA DEL LIBRO 2020 (POR WHATSAPP)
EL TUERTO: ¿Cómo andas con esto del confinamiento?
EL COJO: Pues ya ves, buscando lectura para el Dia del Libro.
EL TUERTO: Sabía que te vería por aquí, ¿Qué libro andas buscando este año?
EL COJO: No lo tengo muy claro, ¿y tú? ¿Le has echado el ojo a alguno?
EL TUERTO: La verdad es que no, aún ando un poco despistado. Este año se han publicado cosas muy interesantes y no sé por qué decidirme.
EL COJO: Eso me pasa a mí, que no quiero meter la pata.
EL TUERTO: Igual hay que volver la vista atrás y recuperar los clásicos de toda la vida. Me apetece volver a poner la vista encima de Dickens y su Cuento de Navidad o volver a leer El Cascanueces de Hoffman o Los Cuentos de Andersen.
EL COJO: Creo que tienes razón. ¡Hay que andar con pies de plomo! Hay demasiado bestseller con exceso de promoción por algunos anaqueles.
EL TUERTO: La industria de la literatura está ciega. Promociona obras insulsas y deja pasar a su lado obras de grandes autores, que por desconocidos nadie apuesta por ellos.
EL TUERTO: Puede que lleves razón, pero aún sigo sin verlo claro.
EL COJO: ¡Anda!… Este libro no le conocía.
EL TUERTO: A ver…
EL COJO: Es gratis en Amazon hoy y mañana y se titula Sabor a tierra, creo que es lo que andaba buscando. ¿Tú cómo lo ves?
EL TUERTO: Creo que no andas desencaminado. Tiene buena pinta..
EL COJO: Por fin una obra con los dos pies en el suelo, creo que me la llevaré.
EL TUERTO: Me has abierto los ojos, yo también me la llevaré.
EL COJO: ¡Nos vemos el año que viene!.
EL TUERTO: ¡Anda con Dios!
Espero que no os moleste la sutil publicidad a mi novela: «Sabor a tierra«. Casi no se ha notado. Aprovechad que sólo quedan dos días más para que podías descubrir gratis… la verdad enterrada bajo un puñado de tierra manchada de sangre.