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El Visitante (1ª parte) – Juan Carlos Boíza López

 

Quiero empezar hoy un relato homenaje a uno de mis autores favoritos H. P. Lovecraft. Desde mi punto de vista uno de los mejores escritores de terror que nos ha dado la literatura y del que podréis encontrar én mi blog un amplio reportaje y enlaces a sus mejores obras.

Aunque normalmente cuando escribo concibo la historia de principio a fin, aunque sólo sea en sus líneas generales, en esta ocasión quiero que sea diferente. Lo único que se ahora mismo sé con certeza, es cómo comienza. A partir de aquí, el resto es una incógnita. Espero que con vuestros comentarios me ayudéis a adentrarme en las escalofriantes aventuras que vivió Wortingthon Irvin Winsfeldman en un lugar desconocido de los Cárpatos. Aquí comienza….EL VISITANTE (1ª PARTE)

Cerrados, como unas fauces hambrientas sobre la garganta de su víctima, húmedos, como una amante ansiosa en el lecho marital, fríos, como el mármol de una tumba olvidada, oscuros, como el pensamiento de un poeta amargado, y misteriosos, como la mirada de un lobo bajo la luz de la luna. Así eran los bosques que rodeaban la olvidada villa de Horcal en los confines de las escarpadas cordilleras de los Cárpatos. Se decía de estos bosques que la madera talada de sus árboles, que ardía en los hogares del los horcaleños con lentitud agradecida, poseía un aroma ambarino, pegajoso al olfato y, según algunos, similar al de la sangre fresca.

Fuera o no verdad, lo cierto es que aquel pueblo escondido entre montañas, accesible sólo por medios rústicos desaparecidos hoy en día en la mayoría de lugares, y olvidado hace tiempo por los mapas modernos, desprendía un extraño olor, que para el visitante menos avezado podría confundirse con el olor a humedad proveniente de madera fresca, pero que para una nariz más entrenada se revelaría como totalmente irreconocible.

Wortingthon Irvin Winsfeldman llegó a aquel lugar una mañana temprano, proveniente de un lugar que el mismo nunca quiso confesar, pero que seguramente no era lejano a una gran ciudad, ya que sus andares refinados y su ropa elegante así parecían demostrarlo. El sol acababa de salir entre las montañas y la niebla aún persistía en algunos lugares, cuando el extranjero apareció andando en la calle principal, con una mochila entre sus hombros de la que sobresalían extraños aparatos totalmente desconocidos para los lugareños. La noticia de su llegada se extendió rápidamente entre los horcaleños y no fueron pocas las cabezas curiosas que se asomaron a sus ventanas para observar al peculiar desconocido.

Wortingthon se paró en medio de la calzada para contemplar el extraño pueblo al que había llegado y que no aparecía en sus mapas cuidadosamente diseñados. Las casas eran de madera muy oscura casi negra, los tejados, a dos aguas, eran increíblemente puntiagudos y estaban recubiertos de un material suave y brillante que no supo identificar. Los habitantes le miraban con curiosidad, pero ninguno parecía querer a acercarse a él lo suficiente como para iniciar una conversación, por lo que, de momento, hubo de conformarse con la información que la cuidadosa observación del lugar le proporcionaba.

La configuración del pueblo era tan peculiar como todo lo demás, las casas parecían situadas en extrañas hileras oblicuas entre si, formando seguramente algún tipo de dibujo. Cuando llegó, a lo que parecía el centro de la villa, se encontró ante una plaza de curioso aspecto hexagonal. Esperaba encontrar en ella algún edificio a modo de Ayuntamiento, pero, si lo había, fue incapaz de distinguirlo del resto, pues las casas eran todas idénticas entre si e iguales a las que viese desde que entrase en la villa.

En el centro de la plaza había un no menos extraño monumento, o algo que podría considerarse como tal. Se trataba de tres flechas esculpidas en una roca negra pulida parecida al basalto, que apuntaban al cielo, siendo la del centro de mayor altura a las de los lados. A Wortingthon se le antojó como un enorme tridente enterrado, del que sólo sobresalía el extremo.

Aquel extraño lugar producía un curioso fenómeno en el visitante, pues parecía que, se mirase en la dirección que se mirase, el paisaje contemplado era siempre el mismo. Hasta tal punto, que Wortingthon probablemente no hubiese sido capaz de saber por qué calle había llegado allí, de no haber sido por el monumento, que facilitaba, no sin esfuerzo, la orientación. Aturdido, escogió la calle, si podía llamársela así, a la que parecía señalar la flecha central y siguió andando por ella, seguro de no perderse y confiado en encontrar en algún lugar alguien con quien conversar.

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Escrito por: Juan Carlos Boíza López
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Edgar Allan Poe. Maestro absoluto del misterio

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Este escritor norteamericano, cuentista, poeta y crítico, nació el 19 de enero de 1809 y murió el 7 de octubre de 1849, dejando tras de sí una colección de poemas y cuentos, que le han convertido, sin lugar a dudas, en uno de los maestros universales del relato corto. Hijo de actores itinerantes, se quedó huérfano a muy temprana edad y fue educado por John Allan, un acaudalado hombre de negocios de Richmond. Convivió con él y su esposa de 1815 a 1820, empezando así su formación en el Reino Unido.

Edgar-Allan-PoeRegresó después a Estados Unidos donde estudió en centros privados y asistió a la Universidad de Virginia, de donde sería expulsado en 1827 por su excesiva afición a la bebida y el juego. Tras pasar por Boston, se alistó en el ejército en el que permaneció dos años. Después consiguió, gracias a la influencia de su padrastro, un cargo en la Academia Militar de West Point, de la que a los pocos meses fue expulsado por negligencia en el cumplimiento del deber.  En 1832, se desplazó a Baltimore, donde contrajo matrimonio con su jovencísima prima Virginia Clem, que contaba sólo catorce años de edad. Por esta época entró como redactor en el periódico Southern Baltimore Messenger, y más tarde en varias revistas en Filadelfia y Nueva York, ciudad en la que se había instalado con su esposa en 1837.

The-Edgar-Allan-Poe-ConspiracyLa larga enfermedad de su esposa (muerta en 1847 de tuberculosis) y la muerte de su madre, se unieron para sumirle en profundas depresiones de las que salía con la ayuda del alcohol y del láudano. El 3 de octubre de 1849 fue encontrado en estado de desvarío y con ropas que no le correspondían frente a una taberna en la ciudad de Baltimore, Maryland. Murió en la madrugada del 7 de octubre de 1849, y, aunque la causa precisa de su muerte es aún hoy controvertida, habiéndose señalado la posibilidad de que sufriera diabetes o varios tipos de deficiencias enzimáticas, lo más probable es que no fuese capaz de superar el coctel de drogas y alcohol en que se vio sumido. En sus propias palabras: “Mi vida ha sido capricho, impulso, pasión, anhelo de la soledad, mofa de las cosas de este mundo; es un honesto deseo de futuro”. 

Precursor del relato detectivesco y de la literatura de ciencia ficción, es en su renovación de la novela gótica y principalmente en el cuento de terror psicológico, dónde alcanza su cénit como autor. Sus historias derrochan imaginación y una técnica preciosista y cargada de detalles, que consigue recrear con maestría atmósferas llenas de sensaciones malsanas y fantasmales. Poe era un maestro absoluto del misterio.

Toda la literatura gótica actual y la literatura de fantasmas victoriana son sus claros deudores, y autores como Lovecraft, Kafka, Borge o Julio Cortázar no podrían entenderse sin su clara influencia.

Podéis encontrar información sobre Poe y su obra en la página: http://www.lamaquinadeltiempo.com/Poe/indexpoe.htm

Una interesante recopilación de su obra puede encontrarse en: http://www.eapoe.cl/

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H. P. Lovecraft: Uno de mis autores favoritos

 

No me resito a hablaros de uno de mis autores favoritos: H. P. Lovecraft. Este escritor américano de relatos atormentados, nació el 20 de agosto de 1890 en el nº 194 (hoy 454) de Angell Street, en Providence, capital del Estado de Rhode Island, el más pequeño de los Estados Unidos de América y uno de los seis que componen la Región de Nueva Inglaterra.

Lovecraft fue un niño prodigio: recitaba poesía a los dos años, leía a los tres y empezó a escribir a los seis o siete años de edad. Uno de los géneros que más le apasionó en su infancia fue el de las novelas policíacas, llevándolo incluso a formar la «Agencia de detectives de Providence» a la edad de trece años. A los quince creó su primera obra, La bestia en la cueva, imitación de los cuentos de horror góticos. A los dieciséis escribía una columna de astronomía para el «Providence Tribune».

A pesar de todo no consiguió ganarse la vida con la literatura, dedicándose en gran medida a retocar escritos de otros autores, menos dotados para la escritura que él. Gracias a este tipo de trabajos conoció a muchos de los que después formarían el famoso «Círculo de Lovecraft», entre ellos Robert E. Howard, Clark Ashton Smith, Robert Bloch, Frank Belknap Long, August Derleth y otros más. Para estos escritores y «amigos», Lovecraft presentaba una gran diferencia entre su personalidad a través de cartas, frente a su forma de ser en persona. Lo definían como entusiasta y generoso, creativo y prodigio de inteligencia… pero también con una faceta racista que no abandonó hasta los últimos meses de su vida.

La muerte temprana de su padre y posteriormente la de su madre le llevó a una vida solitaria en la que la imaginación fue el recurso que utilizó para escapar de la triste existencia en que se veía envuelto. Aunque su mentalidad respondía a un racionalismo empirista, a Lovecraft le atraía la literatura imaginativa, seguramente influido por su escepticismo; encerrado en el pesimismo de la soledad y considerando que «el pensamiento humano es el espectáculo más divertido y más desalentador de la Tierra».

De naturaleza enfermiza, murió en Providence a primeras horas de la mañana del 15 de marzo de 1937 con tan sólo 47 años de edad de un cáncer intestinal complicado con una grave insuficiencia renal. Fue enterrado tres días después en el panteón de su abuelo Phillips en el cementerio de Swan Point; aunque su nombre está inscrito en la columna central, ninguna lápida señala su tumba. Muchos años después de su muerte, en la lápida que le erigió un grupo de aficionados puede leerse una línea tomada de una de sus miles de cartas que escribía a sus corresponsales: «Yo soy Providence».

 
En su obra destacaba su prosa anticuaria. Frecuentemente utilizaba vocabulario arcaico u ortografía en desuso, así como adjetivos de extraño uso e intentos de transcribir dialectos, que han sido calificados de imprecisos. Su trabajo, al ser Lovecraft un anglófilo, está plasmado de un inglés británico utilizando comúnmente escritura anacrónica.

Uno de sus mayores logros fue la creación de lo que es hoy llamado comúnmente el Mito de Cthulhu, un panteón de deidades alienígenas extradimensionales y horrores que se alimentan de la humanidad y que tienen trazos de antiguos mitos y leyendas. El término Mito de Cthulhu fue acogido por el autor August Derleth después de la muerte de Lovecraft. El autor se refería a su mitología artificial como Yog-Sothothery.

Cabe señalar como Lovecraft fue capaz de crear uno de los elementos de mayor influencia en el género del horror: el Necronomicón, el escrito secreto del árabe Abdul Alhazred. El impacto y la fortaleza del concepto del mito ha llevado a algunos a concluir que Lovecraft basó su trabajo en mitos pre-existentes y en creencias ocultistas. Ediciones falseadas del Necronomicón también han sido publicadas a través de los años.

Para todos aquellos que como yo esteis fascinados por la literatura gótica en general y por Lovecrat en particular os dejo aquí un enlace que os permitirá descubrir sus mejores obras totalmente gratis y en castellano: Selección de cuentos de H. P. Lovecrtaft

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