Hoy quiero recomendaros una novela, desde mi punto de vista, imprescindible: Siddhartha del premio Nobel de literatura de 1946, el escritor alemán Hermann Hesse. Una de esas obras capaces de trascender la tinta y el papel para convertirse en un auténtico fenómeno social.
Siddhartha fue escrita por Hesser en 1922 tras la primera guerra mundial. La historia relata la vida de un hombre hindú llamado Siddhartha, que dedica su vida a la búsqueda de la elevación espiritual.
Hesse no escogió el nombre de su personaje principal al azar. «Siddhartha» significa «aquel que alcanzó sus objetivos» o «todo deseo ha sido satisfecho». Y es precisamente esa búsqueda de la satisfacción de todos los deseos, lo que Hesse relata en su obra con un estilo claro, fácil de leer pero a la vez sensual y metafórico.
Siddhartha es en realidad la narración de un viaje que transcurre en dos planos de forma simultánea; el plano físico, con el recorrido vital de Siddhartha por incontables vivencias personales, y el plano espiritual, en el que Siddhartha va sufriendo una evolución emocional y espiritual. En definitiva, un auténtico recorrido por las esencias del espíritu humano, pletórico de elementos épicos, emotivos y trascendentes.
Siddhartha pasó casi desapercibida tras su publicación. Fue en los años 60, tras ser redescubierta por la juventud contestataria que surgía en el mundo, cuando se convertiría en todo un icono de la cultura popular. La obra supuso el descubrimiento de las religiones y cultura orientales para los jóvenes occidentales, influyendo decisivamente en el movimiento hippie o la posterior sicodelia de los años 70.
Sin embargo, a pesar de su enfoque orientalista, Siddhartha no debe encuadrarse en una ideología o un pensamiento religioso concreto. El mensaje que subyace en la novela es precisamente que no existe un solo camino a la verdad, ni tampoco una sola verdad. Cada persona debe buscar su propio camino y su propia verdad.
Por último os quiero dejar con las palabras del propio Herman Hesse, autor conflictivo donde los haya, donde definía así sus propias creencias:
“No creo en nuestra ciencia, ni en nuestra política, ni en nuestra manera de pensar, y no comparto ni uno solo de los ideales de nuestro tiempo. Pero no carezco de fe. Creo en las leyes milenarias de la humanidad, y creo que sobrevivirán a toda la confusión de nuestra época actual… Creo que, pese a su aparente absurdo, la vida tiene un sentido”
Hermann Hesse