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Tiene usted mi palabra

Es curioso que Arturo Pérez Reverte escogiese precisamente la frase «Tiene usted mi palabra» para oponerse radicalmente a la renovación de la Constitución mediante su adaptación al llamado lenguaje inclusivo (lenguaje no sexista). Es curioso porque de «palabras» es precisamente de lo que va la discusión y de cómo algunos parecen creer que las palabras son suyas. Pero no es así, con permiso de Reverte.

La Real Academia de la Lengua (RAE) no es el guardián de las esencias lingüísticas de la patria, sino que su labor es ir adaptando de forma ordenada el lenguaje a las variaciones que la costumbre va incorporando en su uso habitual. Es decir, el uso va primero y la Academia acepta y organiza después.

Desde este punto de vista, la Academia no puede ni debe oponerse a ningún cambio que el uso adopte, incluido un cambio a un lenguaje inclusivo como el que se está ahora postulando.

Que el lenguaje castellano es machista, es una obviedad y que debemos procurar ir modernizándolo para que deje de serlo, es simple sensatez. Sin embargo, también es cierto que esta adecuación al lenguaje inclusivo no puede forzarse de manera artificiosa. Como hemos dicho, el uso es lo primero por lo que tampoco podemos caer en intentar forzar cambios lingüísticos artificiales a golpe de decreto.

No hagamos por tanto debates yermos y empecemos, de forma lógica, a usar los recursos que ya tenemos para evitar el machismo del lenguaje. A la vez, observemos y respetemos los nuevos vocablos inclusivos que puedan surgir, adoptándolos oficialmente cuando su uso habitual así lo indique.

Hay que empezar a derrumbar esa vieja resistencia al cambio que tiende a paralizarnos, porque éste, no sólo no es malo, sino que es el auténtico motor de la evolución y de la vida.

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La manipulación del lenguaje: la era de la posverdad

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Hoy, quiero hablaros brevemente sobre un tema que me preocupa sobremanera: la manipulación del lenguaje: la era de la posverdad.

El lenguaje no es, como solemos creer, un sistema para expresar nuestros pensamientos, sino que en realidad, sirve para moldear nuestros pensamientos. Esto, que puede sonar un poco fuerte, es una verdad conocida por mucha gente, que no duda en aprovechar su poder para manipular nuestra forma de entender el mundo.

author-1320965_1280Últimamente habréis oído utilizar con asiduidad el término posverdad”. Este vocablo cuyo significado “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la información pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”, es en si mismo una manipulación de la realidad. Se nos intenta vender que estamos en una “Era de posverdad”, donde las emociones van más allá de la verdad misma (el prefijo “post” denota aquí, no posterioridad temporal sino  algo que supera y va más allá). En realidad, es una manera de vendernos como un tipo de verdad lo que es, simple y llanamente, la mentira. Vivimos, pues, no en la era de la posverdad, sino en la era de la mentira y la manipulación.

Estas manipulaciones del lenguaje son habituales en los medios de comunicación y su finalidad es modificar nuestra manera de percibir el mundo que nos rodea. Podemos poner algunos ejemplos de usos prostituidos del lenguaje, mediante la utilización de eufemismo,  como:

– “Desplazados” por “Refugiados del guerra”

– “Radicales” por “extremistas”

– Populistas de derechas por “fascistas” o “neonazis”

– “Daños colaterales” por “víctimas civiles”

Y un largo etcétera que sería interminable de enumerar.

Por último, me gustaría recordar aquí la “neolengua” de la novela 1984 de George Orwell, que nos advertía que la manipulación creciente del lenguaje es una herramienta que imprescindible para instaurar totalitarismos. Advertencia que debemos tener muy en cuenta en los tiempo que nos toca vivir.

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