Es curioso que Arturo Pérez Reverte escogiese precisamente la frase «Tiene usted mi palabra» para oponerse radicalmente a la renovación de la Constitución mediante su adaptación al llamado lenguaje inclusivo (lenguaje no sexista). Es curioso porque de «palabras» es precisamente de lo que va la discusión y de cómo algunos parecen creer que las palabras son suyas. Pero no es así, con permiso de Reverte.

La Real Academia de la Lengua (RAE) no es el guardián de las esencias lingüísticas de la patria, sino que su labor es ir adaptando de forma ordenada el lenguaje a las variaciones que la costumbre va incorporando en su uso habitual. Es decir, el uso va primero y la Academia acepta y organiza después.

Desde este punto de vista, la Academia no puede ni debe oponerse a ningún cambio que el uso adopte, incluido un cambio a un lenguaje inclusivo como el que se está ahora postulando.

Que el lenguaje castellano es machista, es una obviedad y que debemos procurar ir modernizándolo para que deje de serlo, es simple sensatez. Sin embargo, también es cierto que esta adecuación al lenguaje inclusivo no puede forzarse de manera artificiosa. Como hemos dicho, el uso es lo primero por lo que tampoco podemos caer en intentar forzar cambios lingüísticos artificiales a golpe de decreto.

No hagamos por tanto debates yermos y empecemos, de forma lógica, a usar los recursos que ya tenemos para evitar el machismo del lenguaje. A la vez, observemos y respetemos los nuevos vocablos inclusivos que puedan surgir, adoptándolos oficialmente cuando su uso habitual así lo indique.

Hay que empezar a derrumbar esa vieja resistencia al cambio que tiende a paralizarnos, porque éste, no sólo no es malo, sino que es el auténtico motor de la evolución y de la vida.