Desde el reciente cambio de gobierno y, especialmente en los últimos días, se ha desatado en los medios de comunicación una discusión candente que revive periódicamente, como negándose a ser olvidada: ¿Qué hacer con la Cruz de los Caídos y, por ende, con los restos del dictador Francisco Franco?

Algunos, rápidamente, han rescatado el espantajo de la resurrección del frentismo entre españoles para amedrentar, una vez más, a los que reclaman la devolución de sus muertos y la desaparición de los símbolos franquistas de la geografía española.
No es de recibo en una sociedad democrática moderna, donde se aspira al reinado de la ley y de la justicia, mantener símbolos como la nefasta «Cruz de los Caídos» levantados para exaltar, no a los vencedores de la guerra, sino simple y llanamente la victoria del fascismo sobre las aspiraciones de libertad de los pueblos.

En tertulias televisivas y radiofónicas no faltan quienes, en su defensa de lo indefendible, intentan refugiarse en la historia comparando la figura de Francisco Franco con, ni más ni menos, que Napoleón Bonaparte. Toda una desfachatez, de nostálgicos y barrigas agradecidas de la dictadura, que no encuentran otro argumento para defender lo que es simple y llanamente indefendible: el mantenimiento de la exaltación del fascismo en nuestras calles.

Todo esto proviene de un error de base cometido por nuestra democracia: no haber tipificado como delito la «exaltación del franquismo», obviando algo tan elemental como que franquismo y fascismo son la misma ideología y, como tal, deben ser perseguidas por la ley en defensa de los principios democráticos más elementales.

He podido incluso ver en televisión momificados franquistas llegar a criticar la democracia de quienes defienden la ilegalización de la apología del franquismo. Todo un ejercicio de desmedida hipocresía de quienes aspiran a prohibir la propia democracia.

Es hora ya de abandonar los miedos de la transición y afrontar la construcción de un nuevo país, defensor a ultranza de los principios democráticos. Que la «Cruz de los Caídos» se convierta en la «Cruz de la Libertad» y los restos del dictador sean trasladados, donde su familia indique, para que los españoles, por fin, puedan pasar página de uno de los episodios más negros de su historia.